Hoy es mi primer día como novio plantado en el altar. Sí, todo era fantástico, éramos la pareja perfecta, pero el amor se fue con un susurro, un susurro de su profesor de pilates.

Y ahora me encuentro en un avión en dirección a Adis Abeba en Etiopía. Mi adorable novia era muy aventurera, demasiado, diría yo. El caso es que quería desconectar y no me devolvían el dinero del viaje así que decidí perderme en este extraño país. Lo único que conozco de Etiopía es gracias a los deportes, ya sean sus poderosos maratonianos o su selección de fútbol.

Según el programa de la agencia de viajes nada más llegar tenemos la primera excursión, visitar la etnia Hamer. Estoy muy cansado, desde lo de la boda no duermo nada. Cierro los ojos y vuelvo a ver a la gente cuchicheando y señalando con el dedo hacia el altar y a mi madre encarándose con la familia de mi ex-novia.

En el aeropuerto hay un hombre con un cartel con mi nombre. Me esperaba a un guía de la zona y no a un francés afincado aquí.

-¿Óscar Delgado? Soy su guía François y me alegra mucho que haya elegido nuestros servicios de aventura.- Me dice en un tono afable y sobrado de efusividad. Mi cuerpo no está para muchas aventuras, la verdad.

– Estoy deseando empezar la excursión.- Le digo poniendo mi mejor sonrisa.

– Sígame, el autocar espera.- Me pasa el brazo por el hombro y me arrastra fuera del aeropuerto.

– Pero… ¿Y el resto del grupo?- Le pregunto temeroso de la respuesta.

– Solo usted, señor Delgado. Excursión personalizada.- Mis intentos para zafarme del corpulento brazo son en vano. Cuando al fin lo logro, me veo sentado en un autobús que lleva unas cuantas excursiones en su currículo. Los asientos tenían el algodón sacado y el motor no me tranquilizaba nada, al menos el conductor era etíope y se conocería la zona. Avanzamos con un traqueteo más acorde para un barco y con un calor abrasador.

François se ha olvidado de mí, está sentado delante con el conductor y ambos van bebiendo de una petaca que ha sacado de su bolsillo. Ya que no tengo escapatoria, he decidido disfrutar del paisaje. La vegetación es escasa con algunos arbustos del  desierto y mucha hierba gruesa de la sabana. Mi desilusión se evapora cuando desde mi ventana veo a un grupo de antílopes corriendo a escasos metros del autobús; es maravilloso. El sonido de sus pisadas, la belleza en sus movimientos, todo en armonía con el entorno.

Me levanto de mi asiento y saco la cámara de fotos de mi mochila, pero he sido demasiado lento, los antílopes se han marchado. Sin tiempo de recuperarme de mi traspié veo dos jirafas enormes con sus cuellos totalmente estirados y andando con dulzura, como si el suelo les quemara las pezuñas. Esta vez he estado rápido y he captado unas fotos que difícilmente volveré a hacer en España.

-Señor Delgado, estamos llegando a Mago. Conocerá cómo vive la tribu Hamer y con suerte podrá disfrutar su ceremonia “el salto de los toros”. Alinean treinta toros, los jóvenes desnudos corren hacia ellos, saltan sobre la espalda del primero y corren sobre los animales. Cuando llegan al final se dan la vuelta y  realizan el camino a la inversa. Si algún joven cae es considerado un símbolo de mala suerte.

– ¿Desnudos? Se nota que no tienen tele ni videoconsola.

– Es la ceremonia más importante. No todo el mundo está invitado. Ellos reparten las invitaciones en forma de hojas de hierba seca anudadas. Y, por suerte, nuestro conductor Oukri nos las puede conseguir porque tiene un amigo en la tribu.

El chófer me mira y sonríe. Mi mirada se desvía al cuadro de mandos del autobús, este  tiene una luz roja parpadeando que Oukri y François han visto, pero no les parece relevante.

– Bienvenido a la tribu Hamer.- Dice François alzando los brazos hacia el cielo y bajándolos rápidamente para agarrarse a los asientos porque Oukri ha frenado con mucha rudeza.

Cuando bajamos del autobús no nos recibe nadie, los hombres están trabajando en el campo o con sus rebaños de ovejas y cabras. Las mujeres semidesnudas portan un sin fin de abalorios y llevan cruzado en su cuerpo una piel de cabra que les tapa un seno y deja el otro al descubierto.

Oukri va a buscar a su amigo para que nos guíe y nos explique el día a día en su vida. François se acerca a mí y me señala a una mujer Hamer que estaba tomando el sol con los pechos al aire. No era muy guapa pero su cuerpo era atlético y con una musculatura perfecta.

El salto - Te cuento Etiopía

-Disfruta de las vistas. Estas mujeres no son tan pudorosas como las españolas, ¿eh?- Me dice cogiéndome otra vez con su enorme brazo y balanceándome.

Oukri regresa con un chico joven Hamer que nos hace un gesto para que lo sigamos.

Me he quedado sorprendido al ver que el joven va ataviado con una camiseta del Chelsea, yo pensaba que estaban aislados del mundo, ajenos a los residuos de la civilización. Le pregunto a François y este me dice que son regalos de los viajeros.

Paseamos por sus campos de cultivo y vemos a niños correteando totalmente desnudos jugando con palos. Las mujeres nos sonríen al pasar y el joven guía se acerca a ellas y les dice algo en su idioma. Sin dudarlo las mujeres se destapan y nos muestran sus pechos, mi cara de sorpresa hace que todos comiencen a reír.

– Alula.- Me dice el joven guía, señalándose el pecho.

-Óscar.- Le contesto imitándolo.

Sin darnos cuenta, la noche se nos echa encima y François y Oukri me hacen gestos para volver al autobús. Alula se despide de mí y sin pensármelo busco en mi mochila una camiseta del Capitán América y se la regalo. Él se extraña mucho con el dibujo de la camiseta y le digo a Oukri que le explique que es el dibujo de un superhéroe o, para que lo entienda mejor, de un  valiente guerrero. Alula sonríe y sin dudarlo se quita la camiseta del chelsea y se pone la mía con mucho orgullo.

Nos subimos al autobús y nos despedimos de la gente desde la ventana. Oukri enciende el motor pero sin resultado alguno. Hace un segundo intento y vuelve a fallar.

-Señor Delgado, lamento comunicarle que el autobús no funciona. Oukri y yo iremos andando hasta el poblado más cercano donde creemos que tienen un vehículo y vendremos a recogerlo.

-¿Qué? Yo no pienso quedarme aquí. Iré con vosotros.- Le digo sin pensar.

-Señor Delgado, sea sensato, nosotros conocemos la zona y seguramente nos topemos con animales salvajes. Puede ser muy peligroso.- Me dice François con mucho sentido común. Yo soy animal de ciudad y no me veo enfrentándome a leones o enormes serpientes.

– Está bien, os esperaré aquí.- Les digo cogiendo mi mochila y bajando del autobús con ellos. Oukri busca en el portón trasero del autobús unas linternas y saca un enorme rifle.

– No se asuste, señor Delgado, el rifle es solo para disparar al aire si nos vemos cara a cara con los animales.- Por lo visto no supe disimular mi asombro al ver el rifle.

Alula se acerca a mí, me hace un gesto para que le siga. Avanzo con él mientras veo cómo se alejan François y Oukri.

Entramos en la cabaña de Alula y me ofrece un guiso que ha preparado su mujer, una chica joven y muy guapa. Soy reticente a comer cosas sin saber lo que es, pero era su invitado y no podía disgustarlos. El guiso es una sopa con carne de cordero. Está muy bueno y así se lo hice saber mediante gestos.

La pareja se miró y sonrió. Alula se acercó a mí y me dio una hoja de hierba seca anudada. Me invita a su ceremonia “el salto de los toros”. Me pone su mano en mi pecho y me señala a mí. Quiere que participe en la ceremonia. La verdad es que desde que estoy aquí  mi mente se ha relajado y ha dejado de atormentarme con el tema de la boda. Yo he venido a desconectar y François quiere reírse de mí dejándome aquí con ellos. Así que mañana seré un Hamer. Miro fijamente a Alula y le hago gestos para hacerle entender que puede contar conmigo. Por su rostro de felicidad doy por hecho que me ha entendido.

A la mañana siguiente, como era de esperar, no había rastro de François y Oukri. Alula y su mujer se unen al resto para terminar los preparativos para la ceremonia.

Las mujeres preparan la comida en unas calabazas huecas, es un tipo de harina con leche. Los hombres empiezan a pintarse el cuerpo y la cara. Alula se me acerca y sin preguntarme me pinta la cara como ellos, me quita la camiseta y me pinta el cuerpo con lunares blancos.

Empiezan a preparar los toros blancos para el gran salto. Según me contó François, los jóvenes participan en esta ceremonia para conseguir el paso al estado adulto. Siempre y cuando lo consigan y no se caigan.

Los jóvenes se ponen en fila esperando su turno y sin pensármelo me quito toda la ropa y me quedo desnudo. Los Hamer se quedan mirándome y aplauden en señal de aprobación. Las trompetas comienzan a sonar y el primer joven pasa corriendo de grupa en grupa de las reses y consigue llegar al final sin caerse. Ahora le toca retornar y con decisión el joven vuelve al principio. Lo ha conseguido, la gente baila y lo festeja a su alrededor.

El ruido de un vehículo rompe el encanto de la ceremonia, son François y Oukri. Sorprendidos por mi aspecto se acercan a mí.

– Señor Delgado, ¿se encuentra bien? Lamento nuestra tardanza pero las cosas se nos complicaron.- Me dice intentando ocultar su cara de asombro.

– Jamás he estado mejor. Ahora si me disculpa es mi turno.- Sin dudarlo, aparto a François de mi camino y con decisión subo a la grupa del primer toro.

Me siento libre, jamás hubiera imaginado que podría hacer tal cosa. Mi vida siempre ha estado marcada por normas de conducta y pendiente de lo que opinan los demás.

Con un ritmo lento pero seguro paso a la siguiente grupa, la gente guarda silencio expectante. Voy dejando atrás los recuerdos de mi frustrada relación, mi trabajo monótono y aburrido, el estrés por saber si llegaré a fin de  mes. Ahora soy libre y solo tengo un objetivo: llegar al final de los toros y regresar sin caerme.

Cada grupa que salto voy borrando malos recuerdos, pensamientos negativos que no me ayudan pero sí me destruyen. Sin darme cuenta he llegado al final de las grupas, ahora me toca volver. Esta vez decido correr por las grupas manteniendo el equilibrio todo el rato y finalmente llego al principio y bajo de la última grupa.

La gente baila a mi alrededor y yo disfruto del baile con ellos. Soy parte de la tribu, soy uno de ellos, he dejado atrás mi infancia. Ya soy adulto.

François y Oukri me miran y empiezan a aplaudir lentamente, pero poco a poco aumentan la velocidad y los Hamer hacen lo mismo. La gente me aplaude y yo no paro de saltar y danzar con el sonido de las trompetas.

-Señor Delgado, será mejor que nos marchemos o perderá el avión.- Me dice preocupado François.

-No te preocupes François, mi sitio esta aquí. He abandonado los malos recuerdos y ahora soy una persona nueva. Podéis iros sin mí. Mi lugar es este.

Y sin decir nada, François habla con Oukri y se sube en el coche. Oukri me sonríe y me hace un gesto de aprobación. Yo me despido bailando y saltando con Alula.

Texto de David Toledo Jiménez e imagen de omo-valley.com.

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