Eran las 6 de la mañana y ya estaba amaneciendo. Recogimos todo los materiales que necesitabamos y salimos del tukul en dirección al pozo. Alli colgariamos las fotos que tomé hace exactamente un año.


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El pozo es uno de los lugares con más vida de Walmara, desde que amanece hasta que el sol se esconde, el mágico sonido del agua se confunde con el eco de las voces y las risas. El muro que lo envuelve es testigo de infinitas historias de superación, de principios y finales de amor y desamor, de injusticias y nuevas oportunidades… Este es el lugar donde vamos a colocar las fotos.

Una a una. Todas las miradas. Las transparentes, las que no se dejan descubrir, las que atraviesan como una flecha…
Hoy el muro habla y cuenta historias de niños, de amaneceres silenciosos y de aulas llenas de vida. De ojos que quieren ser mirados y sonrisas que quieren contagiarse. De puertas abiertas y corazones que desean ser robados.
Todo el pueblo se acerca al pozo como cada día, pero hoy además del murmullo del agua y de las voces se puede escuchar al muro susurrando historias.
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