Aquella mañana en la escuela estaba resultando muy diferente para Hayle y Meklit. Los dos pequeños, hermanos de 5 y 6 años, estaban totalmente absortos escuchando la historia que su profesor les estaba contando. Ellos que tantos cuentos de reyes, reinas, princesas y príncipes habían escuchado desde pequeños, no podían mas que sentirse fascinados al saber que en la historia de su propio país, de su ciudad, de su pueblo, había una leyenda arraigada en la tradición mas arcaica que les resultaba tan fascinante como cualquiera de aquellos cuentos de cuna.

Su profesor les estaba relatando la historia con la que se han sentado las bases de la iglesia Ortodoxa Etíope, la misma historia que dio pie a su libro sagrado: el Kebra Nagast. La historia de cómo el Arca de la Alianza en la que Yahvé, el Dios de los Judíos, les había ordenado guardar las Tablas de la Ley, un tesoro  mítico que por azar de la historia había llegado hasta Etiopia.

niños en clase

Aquel profesor enjuto y de mirada penetrante continuaba con su relato fascinando a los pequeños:

 “La verdadera historia del Arca de la Alianza para nuestro pueblo, comenzó con Menelik I,  hijo del amor surgido entre el Rey Salomón, Rey de los judíos y la reina Maqueda, Reina de Saba.»

Menelik, fue enviado durante su infancia con el Gran Rey Salomón, para ser educado en su corte. Pasados unos años,  Menelik  sintió la necesidad de volver a su reino, y pese a los ruegos de su padre Salomón  para que se quedase en Jerusalén, su decisión se hizo firme y, antes de partir con destino a la tierra de su madre, algunos consejeros personales le convencieron para que se llevase de Jerusalén un preciado presente, una fuente de poder místico que le haría mas sabio y grande: el Arca de la Alianza.

Menelik y sus asesores urdieron un engaño que les permitiese llevarse el Arca sin levantar sospechas. Para ello contaron con la ayuda de algunos miembros de la tribu de los Levitas, los únicos que tenían acceso al Arca por su condición de portadores de la misma. Construyeron una imitación casi perfecta del Arca original y con la ayuda de los levitas a su servicio, sustituyeron la original por la copia. Luego salieron de palacio amparados en la noche y emprendieron camino de vuelta al reino de Saba.

A los pocos días de la partida algunos Sacerdotes del Templo de Salomón se dieron cuenta del engaño, y acudieron al Gran Rey solicitando que se formase un ejército que saliese en persecución de Menelik. Pero el Rey Salomón tuvo un sueño esa misma noche, en el que Yahvé le dejaba entrever que aquella acción de su hijo Menelik era fruto de un designio divino, para proteger el arca de los desastres futuros que acechaban a Israel. Así que no hizo caso a los sacerdotes y declaro que el Arca del templo era la única y autentica Arca de la Alianza.

Menelik prosiguió su camino con destino al reino de Saba, pero en el trayecto el poder que el Arca emanaba era tan fuerte, que por respeto y miedo decidió depositarla  y esconderla en un Templo situado en el Alto Egipto. Años después los descendientes de los levitas que le acompañaban en su viaje, para protegerla de nuevo, la trasladaron a otro templo situado en la isla de Tana Cherkos, en el Lago Tana. Allí estuvo custodiada y protegida durante 800 años, hasta que el rey Ezana de Etiopía decidió trasladarla a Axum, siendo depositada finalmente en la Iglesia de Nuestra Señora de Sion, lugar donde hoy día es custodiada por un sacerdote de origen levita, la única persona  en el mundo que tiene acceso directo al Arca de la Alianza, protegiéndola con su vida, dedicado a ella en cuerpo y alma”

Hayle y Meklit tenían los ojos llenos de ilusión. Gracias a esta antigua leyenda habían descubierto que “Etiopía también era un país de gran historia y de tradiciones míticas”.

Texto de Francisco Iglesias Vega  / Imagen de ABAY.

*Si te ha gustado, deja un comentario en positivo en el apartado ”Comentarios” . El recuento de número de estos comentarios será la forma de otorgar los premios.

Bases del concurso y relatos publicados