Toma 2. Visitamos a Miheret

Aterrizamos en Addis muy temprano por la mañana, apenas habíamos pegado ojo en el vuelo, pero teníamos tantas ganas de llegar que no sentíamos el cansancio.

Eshetu, nuestro representante en Etiopía, nos esperaba en el aeropuerto con los brazos abiertos. Fue estupendo encontrarnos de nuevo.

Dejamos las maletas en el hotel, desayunamos y esperamos a que llegase Lola. Lola es la primera voluntaria de Abay. Había llegado a Addis hace aproximadamente un mes y estaba ayudando en las tareas de planificación, construcción, amueblamiento, pintura, estructura… del centro polifuncional de Walmara.

Cuando Lola llegó, los tres (Eshetu, Jesús y yo) nos pusimos en marcha. Fuimos con Lola a ver a unos carpinteros para que nos hicieran una propuesta económica con unos planos que Lola llevaba para amueblar la biblioteca del centro polifuncional.

Por la tarde fuimos con Esheti a Akaki. Lola se ofreció a acompañarnos también. Íbamos a ver a Miheret. Una niñita apadrinada por una “familia Abay”. Fuimos hasta allí para ver como se encontraba, llevarle la medicación que sus padrinos nos habían hecho llegar y asegurarnos de que lo estaba tomando todo correctamente.

El trayecto debido al tráfico y la distancia se hizo eterno, pero la visita lo compenso todo. Llegamos a casa de la familia de Miheret cuando empezó a caer una fuerte tormenta, por lo que tuvimos que meternos corriendo en la casa. Al entrar, un salón, con una pequeña ventana, completamente a oscuras. Encendieron la tele para que pudiéramos ver algo. Había un olor muy fuerte que no sabría concretar en nada conocido.

Miheret se puso feliz con la visita y para agradarnos intentaba chapurrear unas palabras en castellano que conocía. Es una niña muy linda, alegre y vivaracha. La encontramos muy bien, un poco flacucha porque a ratos se niega a comer. Pero parece que toma todo lo que toca, que es lo más importante. Su abuela y su tía, con quienes vive, nos dijeron que le cuesta mucho estudiar y a veces se hace la remolona. Hablé con ella muy seria y me prometió que sería “la primera de la clase”, palabras textuales y en español.

Y allí estábamos los cuatro con Miheret, su abuela, su tía y su prima. Miheret estuvo pegada a mi todo el tiempo, dándome besos, abrazos y hablándome en un español-amhárico difícil de entender si no fuera por la expresión de sus ojos que parecían hablar por sí solos. Se sentía “prota” y quería disfrutar de su momento.

Antes de despedirnos, dejamos cerrado el tema de su escolarización en septiembre en L´Esperance  (¿os acordáis que os conté en mi anterior diario?), donde estamos seguros de que le irá mejor que bien.

El momento de marcharnos fue duro. Miheret lloraba a lágrima viva, no quería que nos fuéramos. Pero comprendió que debíamos hacerlo y terminó por regalarnos una preciosa sonrisa.

Con la misma fuerte tormenta con que llegamos nos despedimos. Y mucho, mucho tráfico conseguimos volver al hotel. Antes de llegar nos pasamos por una tiendita que tienen juguetes (para ver cuales podían servirnos para el centro polifuncional de Walmara). En esa tienda, todo lo que venden esta hecho por niños huérfanos o discapacitados. Tenían cosas muy bonitas.

Os dejo unas fotos de nuestra visita a Miheret.