Toma 6. Días deformación en Joy Center y compras para Walmara

A las 8 salíamos Jesús y yo caminando hasta Aratkilo, para coger un colectivo que nos llevase a México, donde habíamos quedado con Lola y Abraham.

Con un poco de frio y una continua llovizna pasamos toda la mañana de tienda en tienda comprando cosas para el centro polifuncional de Walmara. Fue divertido y agotador. Caminamos toda la mañana, estábamos algo cansados, no sé si de tanto caminar o de que los frutos no habían sido tan bueno como esperábamos. Aún tengo que aprender este ritmo etíope…

Comimos en un lugar cualquiera, rápidamente, y Jesús y yo fuimos con Abraham a Joy Center. Llegamos temprano y empezamos a preparar todo. La directora tenía lista el aula, el proyector… una maravilla… ya os dije que era un crack de mujer.

¡¡¡Era para habernos grabado!!! Por suerte habíamos preparado una presentación muy sencilla, visual y dinámica, pero aún así… Fueron muy intensas esas casi tres horas de formación. De risa… Yo iba hablando en mi pobre inglés y la directora traduciendo a los profesores en amhárico, ¡de chiste!

Al final, los alumnos nos dijeron unas palabras de agradecimiento preciosas y la directora también. Al día siguiente volveríamos por la mañana.

 

 

Temprano por la mañana salimos caminando hacia la rotonda de Arakilo. Una vez allí, peleábamos como de costumbre para hacernos hueco en uno de los taxis colectivos. Ya teníamos mucha maña. Eran fáciles de coger y la gente, muy amable, te ayudaba a encontrar tu parada. Aunque ya nos la habíamos aprendido. Respetan un montón a los extranjeros y no sentimos peligro alguno, aunque siempre vamos “alerta”. Como en cualquier ciudad del mundo que conoces poco.

Una vez en México, nos encontrábamos como cada día con Abraham. Y juntos tomábamos el último colectivo hasta cerca del Joy.

La sesión de formación fue muy bien, esta vez la dio Jesús en español. Y entre mi inglés y el italiano de la directora conseguíamos entendernos y ella les traducía en amhárico.

Zemy, la directora,  se ha formado en Europa y en América y sabe muchísimo. Además ha capacitado a todo su profesorado ella sola, pues en Addis (y dudo que en el resto de Etiopía) no hay lugar dónde formarse.

De hecho, desde hace tan sólo unos 10 años se empieza a conocer en la ciudad de Addis, donde antes no se entendía ni se sabía nada acerca de esto. A los niños con autismo, se les tenía encerados, atados… Y aún se sigue haciendo en los alrededores de la ciudad, donde la gente no tiene acceso a la cultura. Se piensa que están endemoniados, o que les traerán mala suerte… y muchas veces se “deshacen” de ellos.

Varios de los niños que han llegado al Joy, estaban antes atados de pies y manos en sus casas y no habían salido nunca al exterior.

Volviendo a la sesión. Fue muy enriquecedora para todos. Habíamos conectado de maravilla. Quisieron invitarnos a la ceremonia del café y aceptamos gustosos. Fue preciosa, con trajes y todo. Me animaron aponerme un pañuelo y a tostar el café. ¡No se me da nada mal!

Debíamos continuar nuestras tareas matutinas y después de un rico café con fadishas (palomitas, no sé escribirlo, pero es así como suena), nos despedimos hasta el día siguiente.

 

 

Fuimos a comprar un kit de primeros auxilios para dejar en Walmara para los voluntarios y luego nos acercamos de nuevo al Ministerio de Sanidad, teníamos una reunión para rematar unos temas de nuestros proyectos y que nos dieran el ok.

Al día siguiente, Jesús se encontraba enfermo y no pudo acompañarme al Joy Center. Me vi de nuevo con Abraham en México y juntos hasta nuestra cita. Zemy y yo aprovechamos  ESPECTACULAR. Me sentí un poco “coja” sin Jesús que es el experto, pero salí al paso.

Es impresionante cuántas cosas aprenden. “Cosas” que les ayudarán para valerse por sí mismos el día de mañana, encontrar un trabajo… Les enseñan a asearse,  jugar, relacionarse con los demás, subir escaleras, golpear un balón, cantar, doblar la ropa, salir a comprar, lavar coches…


 

Zemy me regaló un cuento precioso de un niño con autismo en amhárico, que me fue leyendo para que conociera la historia.

Antes de despedirnos, debía recoger unos cuadros pintados por los niños que nos habíamos comprado Jesús, Losa y yo. Como llovía a cántaros y no podía resguardarlos bien, Zemy se ofreció a pasar por la tarde por nuestro hotel y dejárnoslos, así aprovechaba para ver cómo estaba Jesús. Ya os digo, todo el mundo es superamable.

Abraham y yo aún teníamos que hacer unas cuantas cosas antes de la comida. Se dio todo muy bien y nos despedimos en Arakilo, cerca de nuestro hotel.

Pasamos la tarde juntos Lola, Jesús y yo. Ellos habían pasado unos días un poco enfermos. Yo sentía que empezaba a caer… pero soy tan cabezota que “decidí” que no iba a ponerme enferma a sólo un día de nuestro regreso y aquella noche forcé la máquina.  Pero esa ya es otra “toma”, la última, que prometo tardar menos en entregarla que esta.