En un lugar de la Mancha, a medio camino entre el grupo de murcianas y madrileñas que nos vamos en agosto a Walmara; ha tenido lugar este fin de semana un encuentro Abay.

Esta vez no ha habido Abay a Pata, ni exposición de fotos, ni comida solidaria… Ha sido un encuentro familiar de TRABAJO, además de trabajo intenso y sobre todo muy productivo.

Porque claro, irse a Walmara a poner en marcha 3 aulas para 60 niños; no es solo ponerse las vacunas, sacar los billetes y el 18 de agosto plantarse allí. ¡Qué va, qué va!

Es hacer un análisis y reflexión profunda sobre la realidad que nos podemos encontrar, es adaptar nuestra mentalidad occidental a sus maneras de hacer, pensar que quien va a poner en práctica la programación que hagamos no tiene nuestra misma formación ni manera de ver la vida y sobre todo que no compartimos un idioma para entendernos fácilmente.

Tras muchos mail, cientos de mensajes de “What’s app”, y trabajo compartido por Internet, entre las que ya han ido y las que nos vamos en agosto; comenzó nuestro trabajo el sábado por la mañana.

Desde las 10 de la mañana hasta las 11 de la noche, surgieron 1000 ideas, dudas que nos hacían volver atrás, propuestas imposibles porque hay que llevar el material desde aquí…

Al final del día la cabeza echaba humo, las risas nerviosas comenzaban aparecer; pero eso no hacía que decayese el ánimo.

Reparto de tareas, lista de cosas para conseguir y llevar y lo que es más importante, fijar una nueva fecha de quedada, ponían el punto y final de la jornada del sábado.

Pero todo esto no hubiese sido posible sin el “apoyo logístico”, esta vez de los papis. Porque claro, había que preparar comida, merienda y cena para las 12 personas que nos juntamos; cuidar de los peques que nos acompañaban, entretenerlos mientras que sus mamis no les hacíamos mucho caso, enjugar alguna lagrimilla…

Porque esta es la esencia de Abay, un engranaje perfecto que no siempre es visible, donde cada uno hace una función imprescindible.

 

1enunlugardelamancha