El atletismo ha tenido grandes nombres a lo largo de su historia, pero pocos tan importantes como el de Abebe Bikila, el primer africano ganador de un oro olímpico y uno de los atletas más admirados de la historia. Nacido un 17 de agosto de 1932  en la localidad de Mout, a unos 130 km de Addis Abeba, la capital de Etiopía, Abebe era hijo de un pastor etíope que vivió una infancia tan dura como la de cualquier otro niño etíope, rodeado de escasez y en muy precarias condiciones.

De aquella escasez sin embargo el africano hizo virtud para moldear su talento natural y genético. Sus primeras zancadas serían las dadas para ir a la escuela, en un trayecto diario de varios kilómetros entre valles y colinas que alternaba con el trabajo ayudando a su familia con el ganado. Un chico que a la edad de veinte años abandonó el pueblo y se fue a la capital, donde ingresó como recluta en el Cuerpo de la Guardia Imperial del emperador Haile Selassie.

Abebe Bikilia, la gran leyenda de Etiopía - Te cuento Etiopía

Estando en Addis Abeba y tras ver las competiciones de atletismo que allí se celebraban, encontró por fin su camino y se entregó por completo al citado deporte y a las carreras de fondo. En aquel camino encontró la inestimable ayuda del preparador sueco Onni Niskanen, quien se percató inmediatamente de la capacidad de Abebe para correr. En 1956 disputó su primer campeonato nacional, donde para sorpresa de todos destrozaba los pronósticos  y se alzaba con el campeonato de su país, demostrando que había nacido para correr.

Su siguiente reto fue participar en unos Juegos Olímpicos, los de Roma 1960. En los días previos a la competición de maratón, Bikila probó distintos modelos de zapatillas deportivas pero ninguno le hacía sentir cómodo, por lo que decidió que correría descalzo o no disputaría la prueba. Con los pies descalzos, en pleno mes de agosto y con un esfuerzo de más de dos horas por el ardiente negro y afilado asfalto de Roma; así disputó Bikila y así venció la maratón con un tiempo de 2 horas 15 minutos y 16 segundos, poniendo a sus pies a la ciudad eterna y con el obelisco de Axum (monumento expoliado por Mussolini a Etiopía) como testigo de excepción.

Cuatro años más tarde y seis semanas antes de los JJOO de Tokyo, un fuerte dolor abdominal le hizo abandonar los entrenamientos. Le fue diagnosticada una apendicitis de la que tuvo que ser intervenido, llegando a los Juegos seriamente mermado. Un contratiempo que no impidió que el gran Bikila ganara por segunda vez consecutiva un maratón Olímpico, esta vez ya con zapatillas, convirtiéndose en el primer atleta en la historia que lo conseguía, dejando un nuevo récord mundial en un registro de 2:12:11.

Aunque estuvo presente en sus terceros Juegos Olímpicos en México 1968, una fractura en un hueso del pie le hizo abandonar a los 17 kilómetros de carrera. El dolor pudo con la estrella de Etiopía, una estrella a la que el destino dejó sin brillo tan solo un año después, cuando un grave accidente con su coche le dejó parapléjico. Sin embargo, Bikila no se rindió y tuvo aún tiempo de competir en una competición internacional de tiro con arco pocos meses antes de que una hemorragia cerebral, secuela del accidente automovilístico, pusiera punto y final a su vida a los 41 años de edad.

Este 2013 se cumplen 40 años de su muerte pero en Etiopía todavía recuerdan a uno de los mejores atletas de la historia. El estadio de atletismo de Addis Abeba lleva su nombre y cada día cientos de jóvenes se entrenan en sus pistas pensando en su héroe nacional, pensando quizás en pasar a la historia por sus éxitos, pero sabiendo también que sólo uno de ellos pasará a la eternidad y que ese puesto ya está ocupado por Abebe Bikila.

Texto e imagen de Fernando Álvarez Olano.

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