¿Acompañas a Agere a la escuela?

Su madre le dijo que debía irse con Gechene, su vecina de seis años… que le diese la mano y caminase para llegar hasta la escuela de los farengis.

La madre de Agere, Alemnesh, conocía Abay, porque su hermano pequeño Abdi estaba becado en Holeta y este año se disponía a cursar segundo año de automoción.

Agere parecía emocionada. Con apenas tres años, hasta ese día, su mayor aventura había sido ir subida a la espalda, primero de su mamá, y poco después a la de su hermana Gadesse, ahora de 11 años.

Agere significa “mi país”… y es que Alemnesh estaba orgullosa de vivir en Etiopía… En su país nacía el Nilo, se guardaba el Arca de la Alianza, el aire olía a berbere y a otras especias, y el paisaje se pintaba de un verde intenso tras la época de lluvias.

A la llegada a la casa de los farengis, Agere se separó de Gechene y, de la mano de Aster, entró en el aula canguro, se sentó en la colorida alfombra y esperó a que acabasen de llegar los que, durante al menos los próximos cuatro años, serían sus compañeros de clase.

 

¿Acompañas a Aysha a la escuela?

Ayelech estaba decidida a que, tanto a ella como a su hermana Aysha, no les pasase como a su madre Amete que, tras casarse a los 16 años, a los 28, se marchó a Addis buscando una mejor vida como sirvienta.

Ayelech (cuyo nombre significa “ella se volvió poderosa”) acudía cada día al colegio de Bacho Walmara, donde cursaba séptimo grado, y todos los sábados atendía en las charlas del Club de niñas, de las que salía reforzada con la idea de que el mejor camino no sería el de Addis o el de países árabes, sino el del instituto y la Universidad.

Ayelech quería quedarse trabajando en Etiopía y había decidido que algún día llegaría a ser alcaldesa de Gaba.

Ayelech cogió fuerte de la mano a su hermana de tres años, Aysha y la acompañó hasta la escuela Canguro. Ella sabía que ese lugar sí supondría un cambio en la vida de su hermana pequeña.

Aysha miró a su hermana, le dió un abrazo de despedida y permaneció tranquila, esperando su turno en la cola hecha para el paso por la palangana, donde se asearía antes de la entrada al aula.

 

¿Acompañas a clase a Tsehay?

Después de caminar apenas 400 metros, Tsehay llegó acompañado de su padre hasta la gran acacia donde daba comienzo el camino desde Hiddi hasta Gaba. Allí le esperaba la carreta de caballo que le llevaría al colegio.

Tsehay significa “sol”, y es que Etiopía es un país con unas puestas de sol increíblemente bellas, y a su madre le encantaba terminar el día viéndolo desaparecer en la línea del horizonte de las llanuras de Tefki.

Tsehay era la menor de cinco hermanas, pero sin duda su “preferida” era Girmet, quien durante el último año la había cuidado durante el día, hasta que por la tarde se marchaba a la escuela de niños pastores de Abay.

Su primer viaje fuera de Hiddi le había resultado divertido, pero lo verdaderamente apasionante comenzaba ese día a su llegada a la Escuela Canguro de Abay; el colegio se convertiría, sin duda, en el gran camino hacia un mundo mucho más emocionante.

 



Ayelech, Tsehay o Agere, son nombre etíopes, que podrían ser los de cualquiera de los 97 niños y niñas que acaban de ser seleccionados para empezar en una de las dos aulas de tres años que se van a poner en funcionamiento el próximo curso. 


Acompañar a un niño a la escuela es algo maravilloso… que acceda al colegio y reciba la educación que le permitirá tener un futuro es algo que cualquier madre o padre quiere para su hijo o hija. En Etiopía el camino a la educación es complicado… obligaciones familiares propias de la edad adulta, enfermedades que aunque en ocasiones banales, se complican por la imposibilidad de acceder a su tratamiento, pobre alimentación, grandes distancias a recorrer hasta el centro escolar…

Consciente de esta situación, Abay busca con todos sus proyectos y, en especial, con el “apadrinamiento escolar”, luchar contra la pobreza y promover la igualdad de oportunidades en las nuevas generaciones, produciendo a su vez un beneficio en las familias de los niños y niñas apadrinados y en la comunidad donde residen, y provocando poco a poco un verdadero cambio estructural y permanente.

 La aportación de apadrinamiento escolar (que comenzaría en septiembre) es de 20 euros al mes; donación que, gracias a que Abay tiene la consideración de ONG de Utilidad Pública, está sometida a desgravación fiscal de hasta el 75% (de aplicación sin perjuicio de las normas específicas propias de los territorios forales). Tu confianza en nosotros nos permitirá transformar esos 20 euros en comida, material didáctico para las aulas, uniformes y lotes de ropa (que en la mayoría de los casos se confeccionan en nuestra escuela taller de costura), contratación de profesorado y revisiones médicas. Es decir, los convertirá en oportunidades y cambios reales en la vida de casi 100 peques más.

 Como padrino o madrina, nos comprometemos contigo a mantenerte informado acerca del funcionamiento y la vida en las clases, así como a darte la posibilidad de conocer más sobre la vida de los niños y niñas que la componen. De esta manera, con el apadrinamiento podréis visibilizar tanto la mejora de la vida de niños y familias concretas, como la transformación social que Abay pretende con sus actuaciones.

Si te emocionas imaginándolo, imagínate haciéndolo. ¡¡HAZLO CON ABAY!!… apadrina la escolarización de un niño en Walmara, Etiopía, y ayuda a que otras personas también se emocionen contigo, compartiendo esta información con amigos, familiares, compañeros de trabajo, vecinos… E incluso existe la posibilidad de coapadrinamiento entre dos personas, cada una de las cuales aportaría 10 euros mensuales. Como veis… Todos podemos ser Abay.

Más información en www.abayetiopia.org/ae o en el correo apadrinamientos@abayetiopia.org