En febrero de 2008 nos contaban en una charla sobre Etiopía, con motivo de la presentación del espléndio libro «Un rostro con tres miradas» que Etiopía se moría de sed mientras se planeaba un trasvase que llevaría su agua hasta Gaza por debajo del Mar Rojo.

Aquello me pareció increible, es más en diversas ocasiones he preguntado a etíopes que sabían al respecto, y ningún etíope conocía nada. Desde luego sería una obra de envergadura faraónica, aunque los faraones, o mas bien sus descendientes, el pueblo egipcio, no iban a estar seguramente muy de acuerdo y tampoco creo que lo estuviese el pueblo etíope.

 No conozco en profundidad todos los condicionantes que hacen que Etiopía deje pasar las aguas del Nilo sin aprovechar a penas semejante recurso vital, pero desde luego en cualquier negociación en la que se trata el aprovechamiento de las aguas de dicho caudal debería tenerse muy en cuenta que gran parte del Nilo nace en Etiopía.

 Leyendo el informe publicado por Mariano Lores Betancourt y la opinión de Alberto Rabilotta, he aprendido un poco más sobre el Nilo, y la verdad, ahora, con tanto despropósito acumulado no me extrañaría tanto que las aguas de Abay atravesarán el Mar Rojo.

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Informe de Mariano Lores Betancourt

Panorama Mundial/Cubarte

“El agua del río corre sin oír al hombre que tiene sed”. (Refrán Kikuyo). El agua elemento indispensable para la vida toma una creciente incidencia en la política de los países africanos, especialmente en los ubicados en la Cuenca de Río Nilo. Factores históricos, geopolíticos y económicos se entrelazan para hacer de este tema uno de los más sensibles y de difícil pero de necesaria solución.

La persistencia de una evolución negativa sería funesta para los países implicados y especialmente para los importantes sectores desposeídos del continente.

Al legado del colonialismo se sumó la explotación irracional de los recursos naturales, a la que se sumó el neoliberalismo impuesto por el imperialismo y sus instituciones financieras para agudizar la situación.

El presente esfuerzo informativo resume datos y elementos obtenidos de medios de prensa y otras fuentes públicas.

Breves antecedentes

La Cuenca del Río Nilo tiene una longitud de más de 6500 kilómetros, se origina en la Región de los Grandes Lagos y llega hasta el Delta del Nilo en la costa del Mar Mediterráneo en Egipto.

Diez países africanos comparten la Cuenca del Nilo, Burundi, Egipto, República Democrática del Congo, Etiopía, Eritrea, Kenya, Ruanda, Sudán, Tanzania y Uganda. En la Cuenca del Nilo habitan cerca de 200 millones de personas.

La distribución de la aguas del Nilo está condicionada por los Tratados establecidos por Gran Bretaña, en 1924 y 1959, favoreciendo a Egipto y Sudán.

En las asignaciones de agua a utilizar, a Egipto se le otorgó una cuota de 55.5 billones de metros cúbicos de agua anuales y a Sudán 18.5 billones.

Los Tratados también establecen que cualquier país situado en la Parte Alta del Nilo deberá tener la aprobación de Egipto y Sudán para construir represas o cualquier obra de irrigación importante que pueda afectar las aguas del Río Nilo.

Es evidente que la distribución de dicho recurso expresa la prioridad que la metrópoli otorgó entonces a dichos territorios.

Conflictos y Negociaciones

El proceso descolonizador del continente africano originó una nueva interpretación de la situación existente, el desarrollo de sentimientos nacionalistas, la obtención de la independencia y la toma de conciencia de la indispensable necesidad del agua como componente de la soberanía, y necesidad económica para sobrevivir, hicieron evidente la existencia de contradicciones que podrían generar graves conflictos regionales.

Para la obtención de un nuevo acuerdo que propicie una distribución de las aguas que satisfaga a las partes involucradas se creó la Iniciativa de la Cuenca del Río Nilo.

Etiopía ha reiterado desde los años 90, la demanda de revisar los Acuerdos que otorga tan altas asignaciones y privilegios a Egipto y Sudán. Egipto aduce que las aguas del río Nilo son vitales para la seguridad de la nación y que de sus aguas depende la vida de millones de egipcios.

Especialistas egipcios argumentan que su país tiene una dependencia del 95% de las aguas del Nilo, mientras que esa proporción es mucho menor en otros países de la parte Alta de la Cuenca.

La evolución del conflicto tras reiteradas conferencias infructuosas tuvo un nuevo matiz, en la conferencia efectuada el pasado mes de julio en Alejandría, pues aún cuando la República Democrática del Congo mantuvo una firme posición de exigir cambios en los Acuerdos vigentes, Uganda, Etiopía y Ruanda mostraron cierta disposición a una modificación de sus posiciones.

Se aprecia la importancia de las conversaciones entre Egipto y Etiopía, las que a pesar de resquemores avanzan –hasta el momento- estimuladas por las perspectivas de un incremento de las inversiones egipcias y de ayuda económica al gobierno de Addis Abeba.

Etiopía ha iniciado una gestión mediadora para lograr que los diez países de la Cuenca del Río Nilo, modifiquen sus posiciones lo cual contribuirá a ser mejor retribuida por Egipto.

La preservación y uso racional de las cuantiosas reservas hídricas de la Cuenca del Río Nilo deben enfrentar grandes desafíos si se toma en consideración que el Lago Victoria, la mayor fuente de agua del Río Nilo, rodeado por Uganda, Tanzania y Kenia, con una extensión de 68,800 kilómetros cuadrados, que alcanza 83 metros en su mayor punto de profundidad, ha tenido una disminución de cerca de un metro en los últimos tres años, debido a la deforestación, la disminución de las lluvias el cambio climático, a lo que se añade la creciente contaminación e irracional uso de la pesca.

Otra amenaza tal vez a largo plazo la más grave, que se cierne sobre las aguas de la Cuenca del Nilo, es la tendencia creciente a liberalizar la compra por los países ricos de tierras en África, incluyendo sus recursos hídricos, la biodiversidad y deben añadirse los intereses militares adjuntos.

 

Opinión de Alberto Rabilotta

La lucha por controlar los recursos naturales de los países pobres y en desarrollo, del petróleo a los minerales metálicos y no metálicos, se amplió a las tierras arables y el agua dulce, lo que la agencia de la ONU para los alimentos, la FAO, define como “apropiación de la tierra” y el periodista y autor británico Paul Vallely califica de “nuevo colonialismo” (The Independent).

En la mira de los nuevos colonialistas, que son empresas y consorcios de firmas de los países ricos, están las tierras arables y el agua de África, Sudamérica, Rusia, Ucrania, Kazajstán, Egipto, Etiopía y el Sudeste asiático, entre otros países y regiones. Y esta apropiación viene acompañada de la expulsión de los campesinos e indígenas que las habitan.