Pequeños niños mayores.

 Kirubel llevaba globos en los bolsillos y una mochila llena de recuerdos que comenzaban a evaporarse a base de forzar el olvido.

 Tenía sonrisa franca, piernas ágiles y un desconocimiento absoluto de lo que era dar y recibir muestras físicas de afecto.

 El primer beso lo recibió casi con resignación y al resto fue acostumbrándose poco a poco.

 La mayoría de la gente no comprendía a Kirubel. Lo aceptaban y lo querían. Reconocían su gracia y valoraban su asombrosa capacidad de adaptación, pero les decepcionaba cada vez que rechazaba el contacto físico, se negaba a compartir lo que tenía o se resistía a dejarse llevar por la sensibilería de ciertas situaciones.

 Kirubel se comía el mundo subido en su bicicleta, trepaba árboles y disfrutaba haciendo rampas para sus coches de colección.

 Me encantó. Me encantó desde el primer momento en que lo vi. No me recibió con los brazos abiertos. No buscaba mi abrazo ni me lo puso fácil en familia. No corría hacia mí, a la salida del cole, con los brazos abiertos. No me dijo “te quiero” hasta ayer. Pero me gustó. Y me gustó porque tuve una gran suerte. Tuve la suerte de entender su mirada buscando mi aprobación, de saber interpretar su gesto protector cuando extendía su bracito delante de mi cuerpo al ir a cruzar una calle, de comprender que su risa frente a escenas tristes no era más que una forma de protegerse ante a su propia sensibilidad.

 Hace tres años que estamos juntos. Cinco añitos tenía aquel día que bajamos del avión en el aeropuerto de Manises. En Diciembre cumplió ocho y soy feliz con él.

 No he ocultado el nombre de mi hijo ni he querido dulcificar un principio un tanto complicado porque me gustaría que se entendiera que esos niños a los que este mundo considera “mayores”, son tan pequeños como los hijos biológicos de la misma edad y que para mí, ha resultado la experiencia más gratificante de mi vida, con sus buenos y malos momentos. Igual, creo, que le sucede a cualquier otra madre. Porque, a fin de cuentas, se trata de eso ¿no? De ser madre.

 

Foto y texto: Maite López Diago.

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*Bases del concurso y relatos ya publicados.