Te miro mientras duermes y no reprimo mi deseo de abrazarte. Te estrecho contra mí y recuerdo aquel primer momento; tu espalda en mis piernas, mis brazos cruzando tu pecho, mi corazón estallando de gratitud hacia un país que me entregaba la felicidad enfrascada en un cuerpecito de cinco años y sonrisa tímida.
Te miro mientras duermes y no reprimo mi deseo de besarte. Te beso la cara y acaricio tus manitas mientras recuerdo aquel primer momento; un globo volando de tu mano a la mía, una gominola, un cochecito de colección y aquel cuerpecito envarado que recibía con reservas mis muestras de cariño.
Te miro mientras duermes y no reprimo mi deseo de hablarte. Te digo al oído lo mucho que te quiero y, mientras lo hago, recuerdo aquel primer momento; una mirada ilusionada que, por todos los medios, intentaba evitar la mía, una camiseta verde y unas piernecitas delgadas que me parecieron la cosa más bonita que jamás vería.
Te miro mientras duermes y pienso lo equivocado que está el mundo cuando dice “la suerte que ha tenido este niño” ¿Suerte? Suerte la mía que puedo mirarle mientras duerme, que puedo abrazarle, besarle y ver como crece. Suerte la mía…
Texto: Maite López Diago
Foto: Quico López Cebrián.
* Si te ha gustado, deja un comentario en positivo en el apartado «Comentarios» . El recuento de número de estos comentarios será la forma de otorgar los premios.