La niña llegó al regazo de su madre y se acurrucó, como tantas otras veces, buscando el refugio y el calor que estaba segura de encontrar. La madre notó el peso del cuerpo de su pequeña que ya apenas cabía entre sus brazos, y le acarició el pelo. Les gustaba estar así, en el silencio del salón, sabiéndose unidas por un vínculo inquebrantable, por un amor sin fronteras. -Mamá, ¿me cuentas Etiopía? Abrazó a su hija adivinando sus inquietudes. Sabiendo
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