África

 Una visita al orfanato de las Hermanas de Teresa de Calcuta en Addis Abeba.
 No es obligado visitarlas, cuando te entregan a los niños ya es en una casas-cuna que mantienen las agencias o la IPI en nuestro caso, sólo tramitaba adopciones en España una IPI (Iniciativa pro infancia), pero si es bueno saber de donde vienen tus hijos, y con que medios mantienen las casas las sisters como ellos las llaman, os juro que es una cura de humildad bestial….nadie debería dejar pasar la oportunidad de ver la realidad que acompaña a tantos religiosos, cooperantes, misioneros, voluntarios en una lucha encarnizada contra la muerte y el hambre.
 Como la congregación de las Hermanas de Teresa de Calcuta tiene voto de pobreza, no admiten donativos, ni regalos, pero si tienes a bien llevarles cualquier cosa que les ayude con sus niños, enfermos etc.. lo aceptan, decidimos llevarles comidas infantiles (leches maternizadas, cereales sin gluten , pañales (de adulto y niños), ropa y sobre todo medicinas, todas las que lleves son pocas) y unas cuantas fotos de niños ya adoptados para que los vieran el cambio que habían dado ya en España .
 el Orfanato estaba a las afueras de Addis, por unos caminos de barro y fango intransitables.
 

 Al abrirse la puerta de hierro que daba acceso al patio ya el alma se me empezó a caer a los pies, el patio estaba lleno de muchos niños semi-desnudos, descalzos, con muletas, delgados, y con unos ojos enormes abiertos a la novedad de los que llegaban, cuando bajamos comprobé que la mayoría de esos niños no eran adoptables, unos porque eran demasiado mayores , los «padres adoptivos» no queremos sino bebés, cualquier niño que pase de 7 u 8 años no suele ser adoptado con facilidad, otros porque estaban tullidos por enfermedades que aquí ya no se recuerdan (poliomielitis, etc…)y el resto porque padecían deformaciones como hidrocefalia, etc…., difícil en un mundo como el que viven ser niños , estar huérfanos y encima padecer infinidad de limitaciones físicas y psíquicas.
 Trague saliva y mis lágrimas, decidí entrar con el grupo y ver las interminables habitaciones con camas azules de metal a ambos lados donde habían dormido nuestros niños cuando entraron.
 Llegamos a una habitación donde estaban merendando los bebes, una especie de papilla en unos platos de plástico, mi reacción al entrar en la sala fue tirarme corriendo a sujetar a los peques que comían solos su papilla sentados encima de mesas, tu haces eso aquí con un bebe y se cae de la mesa, ellos no……….pura supervivencia, se caen una vez, dos jamás.
 De repente, me tiraron de la chaqueta por detrás, un niño me sonreía, le cogi en brazos y le achuche con toda la ternura que fui capaz, las monjas dijeron a Paulina en Inglés que no sabía lo que había hecho, que me diera la vuelta, y así lo hice, tenia detrás una fila perfectamente formada de varios niños que acabada su merienda deseaban su ración de ternura y besos, preferían eso a cualquier caramelo. Con mucha paciencia y siguiendo con mi llanto interno fui cogiendo uno por uno y dándoles su ración de calorcillo humano, las monjas eran pocas y no daban abasto.
 Los peques que tuve entre mis brazos, padecían todas las enfermedades cutáneas posibles, sarna, eczemas,
la visita no se alargo mucho en el tiempo, ellas tienen mucho que hacer y no se pueden entretener, nos agradecieron los regalos y al salir de allí, según entre en la furgoneta no lo pudimos remediar, llore como si no lo hubiera hecho nunca, mi niño, pensaba que estaba triste por el y temía que le volviera a dejar allí, le abrace muy fuerte hasta que llegamos al Hotel.

                                                                                                                                                                                                                 Texto y fotografía: Raquel Yuste

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