Nuestra historia.

 Cuna de la Humanidad, vientre de nuestro niño.

 Diosa que creó vida, princesa que te dio sonrisa, madre que te regaló el futuro, mujer valiente…Gracias por ser “Érase una vez…” en el maravilloso cuento de la vida de nuestro hijo.

 Hace varios otoños, cuando el verano se alejaba, nosotros preparábamos un intenso viaje, impreciso, extraño y largo, que al final nos conduciría a ti. Colmados de buenos deseos, de lágrimas de alegría y con el corazón lleno de ilusiones, fue como partimos.

 Etiopía era el destino. Nombre que se grabó en nuestra piel, en nuestra mente y en nuestras almas mientras imaginábamos el futuro cada día, a tu lado.

 Nosotros soñábamos con el Sur mientras tu brújula indicaba el Norte.

 Aquí estábamos esperándote, amándote sin conocerte.

 Allí estabas tú, flotando, creciendo, esperando salir al nuevo mundo que te esperaba.

 Y pasó el invierno. Y acabó el verano. Y como siempre, volvió la primavera y con ella naciste tú, floreció la vida. Una vida que se hizo paso ante todo, una vida sobre todo. Te convertiste en arco iris de nuestros días, en estrella fugaz de nuestras noches. Inmensa felicidad pero de solo un instante, mágica pero efímera.

 Hasta que un día por fin se cruzaron nuestras miradas. Aun estabas lejos pero notamos como algo fuerte tiraba de nosotros. Nos llamabas en susurros y por fin empezamos a escucharte, a sentirte de verdad. Empezamos buscar unas alas que nos acercaran…

 Pero llegó la tormenta, la lluvia que no cesaba. Todo nos retrasaba mientras seguías susurrando que había llegado el momento. Nos hicimos más fuertes. Por ti. Por nosotros. Así fue como un día por fin nos sentimos capaces de luchar contra todo.

  Contuvimos la respiración un instante y solo cogimos la maleta de los deseos. Partimos sin certeza ni promesas pero teniendo muy claro el rumbo y que ni siquiera la espesa niebla ni el intenso viento nos desviarían por un solo instante.

  Y llegó el gran día, el tiempo se detuvo. A miles de kilómetros, entre realidad y sueño.

  Creímos que si la felicidad se podía condensar en un instante era en ese. Sentimos que era posible tocar el cielo con las manos. Pensamos que los elementos se habían unido en divino equilibrio para hacerte posible. Y pusimos en duda que la perfección no existe.

  Por eso nos prometimos hacer lo que estuviese en nuestras manos porque fueses feliz, porque un día vivas y sientas acorde a lo grande que serás, a lo inmenso que ya eres.

  Ahora ha vuelto el Otoño y todo es diferente. La paz se posa en nuestra casa. Por fin tus rayos se cuelan en nuestras vidas, por fin eres el milagro de Luna y Sol unidos y vienes para quedarte.

 Amamos tu sonrisa perenne. Tu felicidad sincera.

  Hijo de nuestros ojos, amor de nuestras vidas. Eres el hilo que nos une a los tres.

  Eres el milagro que nos recuerda la certeza de que todo es posible.

 

Texto y fotografía: Nerea Cerviñó.

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