Unidas por un hijo.

Cuando comenzamos nuestra adopción había imaginado mil veces el rostro de mi hijo, su edad, su sexo, sus gestos… buscaba en cada foto ese niño que algún día sería mío, pero si algo nunca imaginé fue a su madre.

 Esa madre que me encontré en un expediente, como un datos más. Allí pude leer su nombre, su dirección y el motivo por el cual entregaba su tesoro más preciado… SU HIJO!.

 En nuestro camino a Addis empezó a estar cada vez más en mi mente, pero fue cuando pude oler por fin a A. cuándo se hizo más real, despertó algo muy especial en mi corazón.

 Ya en el hotel con A., a sus dos añitos de edad, me pude dar cuenta de la importancia que ella había tenido en su vida. Era un niño gordito, bien cuidado físicamente y lo más importante… emocionalmente. Él buscaba las caricias, mis pechos y mi calor.

 En un segundo comprendrí que mi hijo había conocido el cariño de una madre, y eso es lo que buscaba en mí a cada segundo.

 Por las calles de Addis buscaba en cada rostro de las mujeres, algún gesto que me hiciera ver a mi hijo e imaginaba como aquellas madres tenían que seguir respirando, sin tener el derecho a llorar a sus hijos perdidos.

 Una vez en casa, esas ganas de conocer su rostro fue a más. Necesitaba enseñarle cada progreso de su bebé, cómo comenzaba a hablar, como comenzaba a bailar y cómo tenía dibujada esa maravillosa sonrisa en la cara.

  La búsqueda dieron sus frutos, y mucho más de los que yo esperaba!. Esa madre lloraba de saber que la familia adoptiva de su hijo la quería en sus vida. Que ella era parte de la nuestra, y qué su hijo crecería sabiendo como se llama su mamá de Etiopía, esa que lo cuido y entregó su felicidad a cambio de la de él.

  Hoy sigue su crecimiento día a día, y las dos compartimos un sentimiento de unión que mucha gente no puede comprender. Un sentimiento que no entiende de colores, ni distancia, ni fronteras… solo entiende de amor, de amor por NUESTRO HIJO.

Dedicado a ti, mi vida, y a tí N., que me entregaste lo más bonito del mundo. Algún día, no muy lejano podremos abrazarnos y llorar juntas… porque yo siento tu dolor.                                                                                    

Texto y fotografía: Alicia Millán. 

 
 

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