Al abrir el diario los pétalos se desprendieron. Salieron, liberados de entre las páginas, como los bichitos que entre ellos mariposeaban cuando aún eran flores, flores rojas, flores nuevas, flores en una ladera del monte Entoto. Y, con los pétalos, brotaron también los recuerdos. Del monte Entoto bajaban las mujeres cargadas de leña, sujeta en haces de enormes palos que, sobre sus espaldas, las hacían caminar despacio, encorvadas por el peso de la madera. Eran muchas y ocupaban ambos lados
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